Comentario
La ciudad de Praeneste, muy vinculada a Roma y latinoparlante como ella, pese a la fuerte implantación etrusca, se distinguió desde mediados del siglo IV por su afición a las cistas de bronce, las cajas cilíndricas primorosamente decoradas por el mismo procedimiento que la otra rama de la misma industria, los espejos. El procedimiento en cuestión era el grabado a buril, algo que los griegos habían cultivado con esmero en época arcaica, pero dejado decaer a partir de entonces.
El grabado a secas del bronce era puro diseño, sin contraste de color. Carecía incluso de la bicromía que estaba al alcance del más modesto de los pintores cerámicos. A lo más a que el grabador del bronce podía llegar era a repasar con pintura blanca los surcos abiertos a buril. Pues bien: a pesar de ello, los italianos de Toscana, del Lacio, de Campania, dejaron asombrosas muestras de su genio para el diseño.
La más portentosa de las cistas prenestinas llegadas a nosotros es la que por el nombre de su propietario del siglo XVIII se conoce como Cista Ficorónica. Su autor, posiblemente campano, dejó en ella una inscripción en que además de su nombre nos dice haberla hecho en Roma: Novios Plautios med Romai fecid (= Novios Plautios me hizo en Roma), bien porque tuviera allí su taller, bien porque hubiese de ir a ella para tomar apuntes del cuadro que le sirvió de modelo, una argonáutica como la del griego Kydias, cuadro que entonces podía encontrarse ya en la Ciudad Eterna como lo estaba en el siglo I. Una segunda inscripción nos dice que Dindia Macolnia fileai dedit ( = Dindia Macolnia la dio a la hija), donación realizada ya en Praeneste donde las familias de los Dindios y los Macolnios están acreditadas plenamente.
Según el estudio más minucioso realizado hasta la fecha, Novios Plautios, el grabador, tuvo ante sí una pintura griega que adaptó intercalando en ella motivos itálicos, de manera que en el centro de cada una de las dos mitades del friso de los argonautas hubiese una figura que llamase la atención del espectador y transmitiese su ritmo al hemisferio de la composición que le correspondía: el castigo de Amykos o la fuente de agua.
Amykos era uno de aquellos bárbaros que constituían un peligro mortal para los viajeros antiguos que tuvieran la desdicha de topar con ellos. Cuando la nave Argos, en ruta hacia la Cólquida, en busca del Vellocino de Oro, atracó en el país de los bébrices de Bitinia para hacer aguada, el rey de la localidad trató de impedírselo de la forma acostumbrada, desafiando al más fuerte de sus tripulantes a medir con él sus fuerzas en el pugilato. Pólux, uno de los Dioscuros, aceptó el reto, se calzó los cesti como guantes y venció al provocador. En el momento reflejado por el cuadro, un Amykos vencido y desconcertado es atado al tronco de un laurel donde será abandonado a su suerte: una Atenea de aspecto e indumentaria muy etruscos, comparable a la Minerva de Arezzo, asiste al vencedor, mientras una Victoria (desnuda, como es frecuente en Italia) se dirige a él con una corona. La nave Argos, atracada de popa en la ribera, y la fuente, provista de una gárgola en forma de cabeza de león, ambientan el cuadro. Entre los argonautas hay un Paposileno, del folklore religioso italiano, que cubierto de una piel de animal da ánimos con sus puños a un argonauta que se entrena boxeando con un saco de cuero. Los cesti, que Pólux lleva puestos, aparecen en las ánforas panatenaicas a partir del 336, una observación de Beazley que da un terminus post quem muy preciso para el original que Plautios tuvo como modelo. Por otra parte, las tres figuras de Diónysos y dos sátiros que coronan la tapa de la cista, ejecutan la versión itálica del contraposto griego, de modo muy similar a un Dioscuro de Nápoles fechado por Langlotz en el año 300. Por ello se data la ejecución de la cista en los últimos años del siglo IV.